miércoles, 15 de septiembre de 2010

Caballitos


Si hay algo que molesta mucho, además de que le gente tire basura en las calles es el horrible llanto desconsolado de un niño en algún lugar público, en el autobús por ejemplo. Hace poco descubrí que es un buen lugar para hacer introspección, además te trasladas a otro lugar mientras la realizas, siempre y cuando el camión no esté saturado -es muy importante ir sentado y del lado de la ventanilla para la mejor concentración-. Ayer precisamente, después de salir del trabajo, tomé el camión como todas las noches, para mi buena fortuna estaba casi vacío, entonces me ubiqué en el lugar estratégico para meditar. Minutos después sube una mujer con su hijo en brazos, el niño lloraba inconsolable, lo primero que pensé fue: qué chamaco tan odioso, él tendría aproximadamente 4 años. El agradable viaje de regreso a mi casa se había arruinado. La mujer trataba de calmarlo. No me resistí a voltear a ver la cara del molesto niño y así lo hice, su cara trasmitía una gran tristeza, me pregunté qué pudo haberle causado tanto daño, después pensé que hay mujeres que golpean mucho a sus hijos por cualquier cosa, este no era el caso. Una vez que me enteré de la razón del doloroso llanto entendí al niño: La mujer encargada de los caballitos -el carrusel- por alguna razón no le había permitido subirse al juego. Cualquiera lloraría si le prohiben disfrutar un paseo a caballo.

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