El año pasado me propuse aprender
box, ahora sé que el jab se tira con la izquierda si uno es diestro, que se tira
constantemente, jab, jab, jab.
--¿Sabes
por qué se llama así? Me preguntó un compañero del gimnasio mientras yo
golpeaba el costal --porque
es la llave al triunfo, me contestó.
El recto se tira con la derecha y
es un golpe poderoso que puede noquear al rival si este es bien conectado, se
tira después de un jab para mejor efectividad: el viejo 1-2. Este golpe se realiza girando la cintura
manteniendo bien plantada la pierna izquierda, si uno es diestro, y el pie
derecho gira un poco con el movimiento natural de la cintura, jab, jab por si
no se conecta el de derecha, respira.
Repaso eso en mi mente mientras
miro al techo en la sala del hospital, esperando a que pase el tiempo, a que
llegue la hora de entrada del doctor en turno que posiblemente evaluará mi
situación.
A mi lado está un policía federal
que se fracturó un dedo del pie cuando pisó mal, lo acompaña uno de sus
compañeros, válgase la expresión. Más al fondo, en la tercera cama de la habitación está don
Porfirio quien sí se la estaba pasando mal por lo que pude escuchar. Un hombre con los cabellos
alborotados velaba su sueño. Y en la 37 yo, con el quinto dedo de la mano
derecha fracturado. Jab, jab, cerrar bien los puños para evitar lesiones.
Uno piensa muchas cosas cuando
está ahí dentro tirado sin nada qué hacer, hablar consigo mismo, repasar el
momento en el que uno no acertó el golpe, pensar en la mujer que no está
ocupando esa silla vacía junto a la cama número 37, que no soy la clase de
hombre que se necesita para practicar un deporte tan bravo como el box.
Me entristece la situación pero
recuerdo cómo Bane le partió la columna vertebral a Batman y este se recuperó
para salvar el día (una vez más) en ciudad Gótica o el propio Bruce Lee cuando
se lesionó la espalda entrenando, no veo la razón como para no recuperarme
pronto de una simple fractura, pero, en el hospital nadie me dice nada, han
extraviado mis radiografías por segunda ocasión y me viene a la mente el
terrible cuento de Dino Buzzati “7 pisos”.
Prefiero dormir para evitar escuchar
la conversación del policía por teléfono con “la otra”, después de hablarle a
su mujer para amenazarla de que no anduviera de loca y darle las buenas noches
a su hija.
Me duermo con la idea de que mi
operación se postergará 4 días pues el material se tenía que encargar.
Finalmente todo sale mejor de lo
que esperaba, me operan a primeras horas del día siguiente y me dan de alta un
par de horas después, con una mano vendada, con la idea de debilidad que el
hospital le crea hasta al más fuerte y pensando qué actividad puede ser la
indicada para alguien, al parecer, frágil como yo.